Cuarenta años después de la Revolución Sandinista: Lecciones aprendidas

Por Cristiana Chamorro Barrios

9 julio, 2019

El aniversario de la Revolución Sandinista, cuarenta años después, nos propone repasar las lecciones aprendidas de nuestra gran maestra, que es la historia.

Nos obliga a ver hacia atrás y al presente en un momento determinante para el futuro de Nicaragua, hoy en medio de otra insurrección popular. A diferencia de la anterior, ahora pacífica e inspirada en valores democráticos, sin ideologías foráneas en búsqueda de la construcción de la República que aspiramos construir desde hace más de cuarenta años.

Para muchos analistas internacionales, los diez años de Revolución Sandinista son recordados como un conflicto bélico que ocurrió en América Central. A mi juicio, una visión que invisibiliza la tenaz resistencia de un pueblo a cubanizarse, que nunca aceptó la sustitución de la dictadura somocista, por una de izquierda, la Sandinista.

Menos someterse al supuesto triunfo del “internacionalismo proletario con pie firme en América”, como me explicó dicho proyecto un amigo Sandinista cuando en el primer año comenzó mi desencanto. Me refiero a esas mayorías de nicaragüenses que el régimen quiso mantener en silencio represivo desde un inicio antes que comenzara la confrontación con Estados Unidos.

Al pueblo humilde y trabajador que no se sumó a las armas, ni se fue al exilio. Y que cuando el gobierno sandinista se vio obligado a llamar a elecciones en plena libertad, no dudó en salir a las urnas con un mensaje claro. Salimos a decirles basta ya de guerra sin sentido, de exilio forzado, de disolución familiar, de estado policíaco y de represión a la libertad de conciencia, de expresión, a las libertades públicas y económicas, de adoctrinamiento fanático, de idolatría a nueve comandantes, de destrucción e incertidumbre con el futuro de Nicaragua.

1. Idiosincrasia Libertaria

Y aquí una lección aprendida al día de hoy: los nicaragüenses tenemos una idiosincrasia libertaria que nadie nos puede quitar, aunque la aplasten diez años como entonces y ahora (2007-2019).

El pueblo, los jóvenes arrastrando a sus familias tanto como ayer y hoy, nos ha enseñado que en el momento que le rebalsa sale con fuerza a marcar su destino, el de los nicaragüenses, históricamente decidido. Lo hizo con las armas en el 79, en las urnas en los 90 y comenzó a hacerlo en abril del 2018 pacíficamente, tomándose las calles.

2. Elecciones Libres

La derrota electoral por medio de elecciones libres no solo es la prueba del colapso de ese proyecto revolucionario. Confirma el valor de las elecciones postergadas diez años, como única forma de resolver pacíficamente las crisis políticas.

Sus resultados afirman también otra lección aprendida en estos cuarenta años, la inviabilidad de una utopía que no fue posible por el uso y abuso del poder absoluto heredado del Somocismo a los Sandinistas en los 80, para gobernar sin necesidad de instituciones democráticas como lo hizo Somoza y lo hace ahora de nuevo Daniel Ortega.

La decisión de ir a elecciones no fue producto de ningún convencimiento de la nomenclatura Sandinista, sino forzados a hacerlo por el desmoronamiento de la economía, de los costos de la guerra y de las relaciones que el Secretario de Estado James Baker y el Canciller soviético Sheverdnatze desarrollaron en favor de la distensión mundial.

Nicaragua fue posible en democracia, no como resultado de un gobierno revolucionario que reconoció la votación y supo entregar el poder de forma pacífica, sino porque los nicaraguenses dijeron si a las elecciones en libertad y a una salida ordenada en búsqueda de paz y democracia.

Afirmar como algunos, que la candidatura de mi madre Violeta Chamorro, fue un proyecto de Estados Unidos es desconocer a ese pueblo heroico que hoy hemos vuelto a ver en las calles demandando lo mismo que en los setenta de Somoza y en los ochenta de los sandinistas: libertad, justicia, paz, democracia y prosperidad.

3. Institucionalización De La Democracia

En 1990 abrazamos el sistema democrático haciendo prevalecer el derecho a elegir en libertad en su fundamento constitutivo y esto quedó como otra lección aprendida. Para el Gobierno entrante no era un asunto de vencedores y vencidos, sino romper el ciclo de la violencia y construir la República de Nicaragua que solo se puede lograr por medios pacíficos.

Y, a pesar de una oposición sandinista, que se dividió entre constructiva y destructiva, Nicaragua fue posible con un gobierno que institucionalizó la democracia montando un sistema para que la lucha de intereses se diese por medio del diálogo y la concertación dentro del marco de la Ley, el Estado de Derecho y cuatro poderes del Estado con independencia.

Al finalizar el periodo constitucional de esta primera y hasta ahora única revolución democrática en Nicaragua, teníamos un país en paz, con democracia efectiva, plena vigencia de todas las libertades públicas e independencia de poderes, la hiperinflación derrotada y con exportaciones récords.

4. Democracia Es Crecimiento

En democracia logramos una economía en crecimiento todos los años dejando otra lección aprendida y es que democracia y desarrollo económico van de la mano. Lamentablemente, esa lección fue olvidada en estos últimos diez años, por Ortega, en su alianza dictadura–capital, al margen de la institucionalidad democrática.

Muchos creyeron que conquistar la democracia es sinónimo de prosperidad. Las expectativas de los ciudadanos en un estado democrático eran inmensas en los 90, máxime cuando esta nace tras décadas de dictaduras y totalitarismos.

Allí mismo surgió el choque frontal entre lo deseable y lo posible con que se gobierna en democracia. Cuando más esperaron los ciudadanos de su país, fue precisamente cuando este menos podía darles. Se confirmó en la práctica que no puede haber libertad sin prosperidad, ni prosperidad sin libertad.

5. Triunfo Del Civismo

En los noventa descartamos el uso de las armas y elegimos resolver nuestros problemas cívicamente y es, hoy, otra lección aprendida. Sin embargo, pasamos de las armas a la lucha política por preservar la democracia frente al populismo de la oposición sandinista liderada por Daniel Ortega.

El líder antidemocrático de la oposición, una vez que cayó en la cuenta del uso de la ley, las bondades de la democracia y de las libertades públicas, abusó de estas para instalar un “gobierno desde abajo” y boicotear la paz, la estabilidad democrática y el crecimiento pretendiendo retroceder el reloj a 1979 con su proyecto siempre autoritario y dictatorial.

Aún en medio del boicot permanente de la oposición sandinista que, como dije anteriormente, se dividió entre constructiva y destructiva, logramos realizar una exitosa triple transición. Pasamos simultáneamente de la guerra a la paz, del totalitarismo a la democracia y de una economía hiperinflacionaria y en retroceso endémico a una de libre mercado, con claras posibilidades de un mejor porvenir para todos.

6. Cultura Política

Pero, nuestra cultura política todavía no erradicada, esa es otra lección para tomar en cuenta. Me refiero a la del dictador fuerte, la del caudillo, la del uso del poder para beneficio personal o partidario que se impuso con la victoria del segundo gobierno electo democráticamente, el de Arnoldo Alemán, que no tuvo el mismo compromiso con la democracia.

El suyo era la reproducción del modelo somocista, el del poder absoluto y del enriquecimiento ilícito a través del Estado de Nicaragua. La oposición Sandinista de Daniel Ortega optó por caminar de la mano del caudillo liberal pactando leyes y reformas constitucionales que pusieron en manos de ambos partidos las principales instituciones del Estado, en un proceso involutivo que destruyó toda la infraestructura democrática construida durante el Gobierno de mi madre Violeta Chamorro.

Y entonces Ortega alentado por una mayor participación en las instituciones, que el pacto con el caudillo liberal graciosamente le concedió, diseñó una estrategia no solo para regresar al poder ilegítimamente en 2007, sino penetrar el Consejo Supremo Electoral de forma que pudiese alterar los resultados electorales hasta convertirse en el nuevo Somoza desde 2007 al presente.

Cuarenta Años Después

Y aquí estamos cuarenta años después con una dictadura más corrupta y criminal que la derrocada en 1979. Pero, no todo es tiempo perdido, en esta historia trágica.

A la luz de los sucesos de abril de 2018 vemos que hemos aprendido mucho.

Aprendimos que la lucha armada y la revolución permanente no es la mejor solución para instaurar una democracia, porque nos lleva de regreso al punto de partida, al de la violencia.

Las protestas pacíficas de abril 2018 nos retornan a 1990. A reconocer el valor del voto en libertad y exigir elecciones anticipadas, como única forma civilizada para salir de la crisis.

Otra lección aprendida es que cuando se tiene una tradición de caudillismo y de dictadura, más obligación tenemos de ejercer nuestra ciudadanía. Y en este aprendizaje celebramos el regreso de nuestra juventud al rescate de la política y hacerse presente como líderes del futuro para que no nos vuelvan arrebatar el país de nuestras manos.

Junto con ellos, más de trescientos muertos y setecientos presos políticos, hemos seguido afirmando que el ejercicio ciudadano es una responsabilidad, que no solo se concede reclamando derechos, sino que también impone deberes.

Y así, asumiendo responsabilidades ciudadanas estamos la mayoría de los nicaragüenses, exigiendo transparencia y rendición de cuentas a las negociaciones políticas que se llevan a cabo en nombre nuestro y están decidiendo el futuro de Nicaragua.

Y entre otros aprendizajes es justo reconocer que el capital, después de diez años, aprendió que solo con institucionalidad democrática puede haber crecimiento, estabilidad y seguridad económica.

En estos cuarenta años hemos confirmado que somos un pueblo capaz de sacudirnos una dictadura, con coraje y determinación como lo hicimos en el 79 y en el 90 y lo estamos haciendo hoy.

Esta vez, igual que en los noventa, sin caer en la provocación de la violencia, y si acaso optamos por una revolución, será por una revolución democrática.

“Aprendimos que la democracia no es solamente ir a elecciones, sino una cuestión de cultura y de actitud.”

Cristiana Chamorro

Requiere una militancia de todos los días para conservarla donde se tiene o rescatarla donde no hemos tenido la dicha de consolidarla.

No basta con cambiar las leyes para que la democracia eche raíces, sino que tenemos que empoderarnos de ella, tenemos que hacerla nuestra y defenderla a cualquier costo.

Al final, queda la pregunta: ¿Qué hacer los próximos cuarenta años y encarrilar la transición democrática?

A corto plazo la respuesta más sencilla es: rescatar la política, la verdadera política entendida en su sentido más simple, la búsqueda del bien común para que Nicaragua vuelva a ser esa república que soñamos en 1979, que comenzamos en 1990 y que está detenida por un liderazgo desfasado que se quedó en la nostalgia del somocismo y la Guerra fría.

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