Repensando los desaciertos en la lucha cívica

Por LB

7 enero, 2020

¿Alguna vez se han preguntado cuáles han sido nuestros errores en este proceso de lucha cívica?, ¿por qué no hemos logrado unirnos si nuestra causa es justa? Existe una creencia en el imaginario popular de que “los buenos siempre encuentran la manera de ganar y que el bien se sobrepone al mal”; sin embargo, eso no es una verdad absoluta y ha quedado demostrado en los últimos meses.

En medio de la crisis que aún se vive en Nicaragua, sometí a observación a algunos eventos ocurridos. En las siguientes líneas, encontrarán una serie de razones, sobre los que, desde mi punto de vista, considero que han sido desaciertos. Este blog no busca generar una opinión absoluta, por el contrario, todos los enunciados deberían ser refutados y discutidos.

Uno de nuestros primeros errores fue pensar que esto sería algo pasajero, muchos aún siguen esperando soluciones inmediatas. Lo cierto es que, en medio de la coyuntura, se desarrolló la necesidad de realizar cambios estructurales profundos, que ameritan un cambio de gobierno y por ende de modelo político, eso lleva tiempo.

También subestimamos la importancia de la organización, muchos ignoraron las recomendaciones en torno a este tema y la importancia de prever los siguientes pasos del régimen para estar preparados y saber cómo responder. Aún recuerdo con claridad cuando se hacían las recomendaciones de diseñar estrategias, definir objetivos, levantar registros, designar responsabilidades y crear grupos de trabajo. Ante estas sugerencias, la respuesta siempre fue “más adelante resolvemos eso ahorita, hay que concentrarse en presionar”. El detalle de esto es que sí, la presión es importante, pero sí y solo sí, está acompañada de una estrategia y objetivos claros que permitan obtener resultados concretos; pero fallamos porque cometimos el error de siempre, “dejar para mañana lo que podemos hacer hoy”. En los grupos en los que estuve siempre dije “ellos trabajan las 24 horas para destruirnos, nosotros debemos trabajar 25”, por supuesto, la crítica no fue bien recibida. Los resultados de este desacierto un año después se reflejan en una gran desorganización e inmadurez política que no permite la unidad.

Otro problema fue el exceso de protagonismo en las organizaciones que han surgido, que por cierto aún continúa latente. Todos quieren ser el que alce la voz, todos quieren dar a conocer su aporte en la lucha como si eso fuera importante, debemos estar claros de lo importante no es tanto el <quien hizo que> sino que las cosas se hagan y que estas contribuyan a la lucha cívica y pacífica iniciada en abril. Muchos fueron los conflictos entre los universitarios por la famosa <representativo> que, de hecho, es cuestionable, porque no ha sido posible hacer procesos democráticos de elección por las circunstancias. Con esto no quiero decir que las personas que están ocupando posiciones de liderazgo en los grupos no deberían estar ahí, sino que debe entenderse que estos son espacios temporales y que llegará un momento de transición que permita realizar un proceso democrático para elegir a nuestros representantes, que probablemente resulte en la elección de otras personas. Esto es fundamental para la construcción de una Nicaragua donde los líderes no son eternos, lo que me lleva al otro error.

La mala interpretación del liderazgo. En nuestro imaginario, estamos predispuestos a pensar en la figura de un caudillo que ocupa los puestos de poder. Según Emilio Álvarez Montalván en su libro “Cultura Política Nicaragüense” nosotros estamos acostumbrados a tener un “líder” que concentra todo el poder y se mantiene alejado de la realidad social, lo que abre la puerta a la corrupción y el autoritarismo. El estallido social de abril del 2018 nos obligó a pensar en estructuras horizontales para evitar que estos patrones caudillistas se repitieran, pero se cometió el error de valorar más el carisma que las capacidades y muchos, por su sed de protagonismo, olvidaron el espíritu autoconvocado y cívico de la lucha, desvirtuando una vez el papel del liderazgo.

Finalmente, me gustaría señalar que este ejercicio de identificar nuestros errores es lo que nos puede permitir hacer mejor las cosas y sobre todo evitar que los hechos ocurridos en abril del 2018 se repitan. Debemos acostumbrarnos a la crítica y aceptar que hemos cometido errores, ser responsables y buscar la manera de incluir a los diferentes actores para que sus demandas sean escuchadas, especialmente a las víctimas. Tomar posiciones radicales puede ubicarnos en el mismo lugar que ocupa a quienes estamos demandando cambios. Debemos asumir el compromiso histórico que tenemos de luchar por una Nicaragua verdaderamente libre, justa y democrática. Nunca es tarde para rectificarnos, los errores nos han dado invaluables experiencias y nos han permitido crecer, aprendamos de ellos.


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